domingo, 2 de septiembre de 2007

Lugares de Encuentro

In these parties, there were diffierent places of meeting, some was authorized and some wasn’t. By the way, there were the chinganas, the pulpería, the bodegones, between others. This places mentioned were counting with a strong opposition of the
authorities, already be for the strong consumption of alcohol or for others reasons, this was giving step to hard fights in public places, however there were others meetings was authorized like the tertulias and some coffes.

Como ya podrán saber, el tema que nos convoca son las fiestas coloniales, las cuales se hacen efectivas gracias a un conjunto de elementos preparados para este tipo de ocasiones. Los lugares de encuentro y diversión formaban parte fundamental de estos elementos, en los cuales se realizaban distintas actividades y ritos, además de lo significativo que era el asistir a un evento en donde estuviesen personas de gran envergadura y de clase alta e influyente en algunas ámbitos.

Al decir “encuentro” nos referimos a un lugar en donde la gente se reúna, a “la acción entre dos o más personas, con el fin de resolver o preparar algún asunto.”[1]

De carácter más bien público, las plazas contaban con una gran afluencia de personas, fortaleciendo así la recreación familiar como también la comunal, además de tener un papel fundamental en el ámbito de la integración social, tomando en cuenta lo difícil que era para la época. En Chile esto sucedía principalmente en la Plaza de Armas donde se realizaban juegos como la sortija, la cucaña napolitana y el palo ensebado.


Por otro lado existían reuniones ya no tan familiares como las ramadas, nombre que recibían por su estructura hecha de estacas forradas por ramas de arbustos, simulando así una choza. Estas se realizaban en el campo donde se cocinaban distintos tipos de aves junto con jarros de alcohol; usualmente eran muy concurridos hasta altas horas de la noche, disfrutando la comida, el alcohol, bailando y participando de las distintas diversiones que estas ofrecían.

También existían las Chinganas las cuales eran “versiones urbanas” de las ramadas, teniendo como objetivo principal alegrar a la gente que las frecuentaba con su música y bailes. Los músicos se instalaban en carros techados generalmente con caña o paja, y tocan sus instrumentos para atraer compradores a las mesas cubiertas con tortas y licores[2]. Éstas eran fundamentalmente una “Entretención del bajo pueblo, que se reúne en este lugar todos los días festivos y parece gozar extraordinariamente en haraganear, comer buñuelos fritos en aceite y beber diversas clases de licores, especialmente chicha, al son de la música bastante agradable del arpa, guitarra, tamborín y triángulo, que acompañaban a las mujeres con canciones amorosas y patrióticas[3]. Como podemos notar estaban conformadas por mujeres en su mayoría, rompiendo así con el ideal femenino colonial; siendo las fiestas de ésta época la instancia más activa de rebelación de éste género, por esta misma razón es que todas las diversiones que existían especialmente aquellas que trasgredían las reglas y rompían con el esquema que imponía la elite, tenían a las mujeres como personajes característicos de estas actividades.

En estos recintos era común gozar de bailes como el “cuando” y la “zapatera”, al igual que el comercio de tragos como el “cachito de chicha” o el “colmado pellejo de vino”, acompañado de diversos alimentos. Este tipo de reuniones eran bastante visitadas por viajeros del siglo XIX ya que muchos de ellos lo mencionan en sus escritos, agregando que la aristocracia chilena las frecuentaba por su aspecto pintoresco y por el entusiasmo en como se desarrollaban, María Graham agrega que “no era raro ver a damas de lo más elegantes, y de mejor sociedad, detenerse un instante a pasar para gozar del aspecto animadísimo que presentan estas chinganas[4].

Las Chinganas eran concurridas durante todo el año y estaban ligadas a diferentes festividades religiosas como Navidad, Cuaresma, Corpus Cristi. Según estos mismos escritores, existía un gran número de ellas en muchos barrios de la ciudad, “La capital se cubrió de chinganas i en la alameda, desde San Diego hasta San Lázaro, i en la calle Duarte en sus dos primeras cuadras, era rara la casa que no tuviera ese destino[5].

Muy similares a estas eran las Pulperías, de las cuales existían dos tipos, las de ordenanza (controladas por el Cabildo) y las de composición (sujetas tan sólo al pago de ciertos derechos y a la inspección de la Audiencia). Las Pulperías en su inicio eran pequeños almacenes donde se comercializaban los productos indispensables para la sociedad; pero más tarde, esta manera de trabajar fue cambiando; comenzaron a reunir gente que fuera a pasarlo bien, convirtiéndose en un lugar de encuentro bastante concurrido que proporcionaba un ambiente acogedor y festivo y el cual, se constituiría en un lugar de encuentro de parejas. Tanto las chinganas como estas últimas contaban con patios traseros que se utilizaban para dormir, provocando la prostitución. "Por esos días las pulperías estaban, casi en su totalidad, regentadas por mujeres de la hez del pueblo, con el fin de favorecer a la venta invitaban a sus conocidos, entregándose, según expresaban los alcaldes, a extremos sumamente vergonzosos, siendo ya corriente que tras el mostrador se escondiese un cancel o tapadera donde se encontraban siempre durmiendo revueltos como bárbaros hombres y mujeres que apenas se habían conocido'"[6]. Las pulperías en Chile fueron exclusivamente locales de expendio de bebidas alcohólicas, normalmente regentado por mujeres pobres, fuera del alcohol, más esporádicamente, en las pulperías también se vendía tabaco, velas, pan, azúcar, legumbres, algodones, bayetas, paños y otros pequeños artículo destinados a cubrir las precarias necesidades de los trabajadores de la tierra.[7] A igual manera, alrededor de las pulperías se reunían hombres, mujeres y niños para presenciar carrera de caballos, peleas de callos y participar de juegos de bolas.[8]

En el Gobierno del corregidor Zañartu habían entre ocho y diez pulperías autorizadas y que pertenecían a las viudas de los capitanes muertos en la guerra, “por los grandes desordenes y crímenes que se cometieron se ordenó que sólo fueran frecuentadas por hombres[9]. Como dato podemos agregar que “se ordenaba que las pulperías mantuviesen a la puerta un farol encendido hasta la hora de la queda, y se imponía fuertes multas a los propietarios de ellas que no diesen inmediatamente parte de las pendencias, heridas y asesinatos que tuvieses lugar su recinto”[10].

Estas tres últimas reuniones, tenían como característica las borracheras y peleas, junto a los desacuerdos provocados por el intercambio de licor por productos robados. Dado a que las pulperías estaban compuestas en parte por el intercambio de regalos y servicio, en compensación de favores sexuales y del establecimiento de redes de solidaridad, es que causó que el encuentro desenfrenado de los sexos fuera un argumento sólido de las autoridades locales para impedir este tipo de encuentros. Uno de estos argumentos era la visión de la elite sobre las mujeres por naturaleza, como de “extrema fragilidad y con voluntad propia de la tendencia al pecado[11]. La estrategia que usaron para contrarrestar estos encuentros fue “cercar con impuestos y medidas restrictivas (puertas abiertas, toque de queda, multas al desorden), en diferentes ámbitos en los cuales se llevaba a cabo la sociabilidad popular transgresora[12]. Es por esta causa que en 1836, el Intendente de Aconcagua, Fernando Urizar Garfias, señaló:

"No puede negarse que la chingana es una diversión que ha sancionado la costumbre y que esta se halla arraigada con más o menos fuerza en toda la estención de la república; pero también es indudable que esta clase de diversiones es el origen fecundo de los desórdenes y de la desmoralización”.[13]

Sin embargo, cabe destacar que el punto más controversial de estos encuentros fue el nivel de violencia desarrollado y desplegado en las pulperías, teniendo como causante al alcohol combinado con el juego y la competencia por los trofeos femeninos y dando como resultado agresiones brutales o desórdenes colectivos. Es por esto que el viajero francés Claudio Gay, observó en la década de 1840, lo siguiente:

"En esta especie de reuniones se sucitan con frecuencia serias disputas provocadas sobre todo por la bebida; antes el chileno se armaba inmediatamente con su cuchillo y envolviendo el brazo izquierdo con su poncho a guisa de escudo, avanzaba el uno contra el otro para herirse" [14]

En este contexto, la violencia pública es tan frecuente como la intrafamiliar, y son pocos los casos que recurren a la justicia para arreglar estas actitudes equivocadas. La sociedad de la época tiende a arreglar sus asuntos entre ellos mismos, vetando a la autoridad local de entrometerse en estos conflictos y creando así una sociedad que actúa al mismo tiempo, dos fuerzas: una masa social que trata por si mismo resolver sus tensiones, pero a la vez un ordenamiento social administrado desde arriba que trata de normalizar a la masa social a través del Estado y de la Justicia.

Sin embargo existía el Bodegón, otro tipo de reunión colonial, en Chile era famoso el de Juan Diablo en la plazuela de San Pablo, en esta se ofrecían las llamadas “lisas de Peldehue”. Los Bodegones entregaban una necesidad para la sociedad, el esparcimiento de las clases populares y el refrigerio, sin embargo “el aumento del tráfico interurbano para el acarreo de los productos a los terminales del consumo o del embarque, dio paso al establecimiento de locales más estables para los comerciantes minoristas que debían dormir en las ciudades[15].

Distinto autores han escrito reseñas sobre los Bodegones, por ejemplo Vicuña Mackenna relata lo siguiente:

“Las casas situadas en las esquinas de las calles tienen casi siempre almacenes o pulperías llamados Bodegones, en los cuales el pueblo se provee de grasa de vino, aguardiente del país, este también es el lugar elegido por los ociosos de la clase baja para reunirse a beber y charlar”[16], además agregaba que “no hay pulpería, bodegón, plaza, ni rincón donde no haya a bandadas grandes y chicos ocupados y mal divertidos en estos juegos”[17]

Podemos notar que por los comentarios de los autores, este tipo de reuniones tampoco eran bien vistas, estaban restringidas al igual que las ramadas, chinganas y pulperías.

Con menos afluencia de público existían las casas-fondas o casas-posadas, que fueron pequeños y humildes hoteles que estaban a las orillas de los caminos a lo largo de todo el país. Estos establecimientos ofrecían habitaciones para visitantes, sobre todos los que se encontraban en zonas rurales, recibiendo duras críticas por parte de los moralistas, los cuales los nombraron como “cuartitos para dos”, José Zapiola impuso el término de "reffugium peccatorum"

También por esta época, existían los trucos, los cuales eran pequeños boliches en los que se participaba en distintos juegos. En el siglo XIX estos trucos dieron paso a los cafés que llegaron a Chile como la última moda desde la corta virreinal de Lima. Al igual que en el Café de Bodegones de Lima, se ofrecía café y se participaba de tertulias y más aisladamente se iniciaban con entretenidas partidas de billar. Además existían juegos de apuestas y cartas, que al común de todos estos encuentros terminaban en desencuentro y peleas.

Más recogida en comparación a las reuniones que hemos visto encontramos la tertulia hogareña, lejana de escándalos y vicios, regida por estrictas normas sociales, siendo este el único encuentro autorizado, sin embargo bajo la severa mirada de la dueña de casa y una restringida interacción entre personas de distintos sexos. Este tipo de reuniones se iniciaron en el siglo XVIII en Europa, llegando más tarde a América como una forma de sociabilidad que unía la elegancia y el refinamiento, y realizadasdurante todo el año, sin motivos determinados. Las tertulias consistían principalmente como un encuentro de un grupo de personas donde las conversaciones, música y bailes eran una característica principal, “todas las familias, según sus esferas celebraban los días de sus santos, con abundantes convites a que siguen refrescos correspondiente i bailes”.[18] En estos tipos de encuentros se realizaban “juegos de prenda”, el “corre el anillo”, las “estatuas”, las “penitencias”, entre otros.

Como hemos podido darnos cuenta todos estos encuentros y reuniones se realizaban con alegría y con la ayuda de juegos determinados que veremos en el próximo artículo.


[1] http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=Encuentro

[2] “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, María Graham, Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile 1956, pág. 61.

[3] “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, María Graham, Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile 1956, pág. 61.

[4] “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, María Graham, Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile 1956, pág. 61

[5] Recuerdos de treinta años (1810-1840)”, José Zapiola, Editorial Zig-Zag. Stgo. 1945, pág. 79.

[6] Pereira Salas, Eugenio. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 257-58.

[7] "La agricultura de Chile en 1825", en El Mensajero de la Agricultura, 2:6, John Miers, Sociedad Nacional de Agricultura, Santiago de Chile, marzo de 1857, pág.128

[8] “Historia Física y Política de Chile”, Agricultura, Vol.1, Claudio Gay, Imprenta de E.Thunot y Cia, parís, 1862, pág. 167.

[9] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 61-62, tomo II.

[10] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 61-62, tomo II.

[11] "Mujeres del bajo pueblo y la construcción de una sociabilidad propia: la experiencia de las pulperías en Santiago, Valparaíso y el Norte Chico (1750-1830)", Leyla Flores Morales, pág. 28.

[12] "Transgresores a la paz, quietud y sosiego: vida popular en Copiapó, 1740-1840", José Díaz Bahamonde, en Pinto Vallejos, Julio (Editor), Episodios de historia minera. Estudios de historia social y económica de la minería chilena, siglos XVIII-XIX, Editorial Universidad de Santiago, Santiago de Chile, 1997, pp. 166-170.

[13] Archivo Nacional, Ministerio del Interior, Vol. 487, Fs. 182, Decreto de extinción de las chinganas, San Felipe, 20 de noviembre de 1836

[14] “ Historia física y política de Chile. Agricultura”, Claudio Gay, Vol. 1, Imprenta de E. Thunot y Cia., parís 1862, pág. 168.

[15] “Juegos y alegrías coloniales en Chile”, Eugenio Pereira Salas, Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 259.

[16] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 32.

[17] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 377, tomo II

[18] “Descripción Histórico Geográfico del Reino de Chile”, Carvallo I Gocheneche, Santiago, Colección de Historiadores de Chile y Documentos relativos a la Historia Nacional, tomo X, Santiago de Chile, 1876, pág.59.

Más Bibliografía:

  • http://www.escaner.cl/escaner45/reportaje.html
  • http://www.unsa.edu.ar/histocat/revista/revista0402.htm
  • Kuncar, Josefina Bárbara. Fiestas y diversiones coloniales durante el siglo XVIII. Tesis de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2000.
Bibliografía de Imágenes:
  • http://www.zocalo.cl/fonda/imagenes/plazadearmas1915.jpg
  • http://www.musicadechile.com/home/imagen.asp?FileID=33
  • http://www.lanusmunicipio.com.ar/historia/almacen3.JPG
  • http://cvc.cervantes.es/actcult/clarin/vetusta/ciudad/imagenes/400/tertulia.jpg
Catalina Garrido

2 comentarios:

Carolina Valdés Acuña dijo...

Catalina:
muy buen trabajo, felicitaciones!
Creo que has invertido una gran cantidad de tu tiempo investigando un tema en el cual hay mucha información no oficial. La hallada corresponde a material de bastante complejidad por lo cual creo que tu trabajo ha sido meritorio.
La única observación que puedo hacer se relaciona con algunos errores de redacción, pero salvo por ello no hay reparos.
6.8

barbara dijo...

Catalina
felicito tu empeño y dedicación, poco a poco, sí te gusta, le encontraras miles de detalles a estas fiestas que tenían " intenciones oscuras"
josefina kuncar
Magíster en historia universidad de chile