martes, 18 de septiembre de 2007

Elementos de las fiestas

The traditions and customs made in the social and religious celebrations brought by the Spaniards during the conquest of our country, have persisted through time in their essence although with some variations due to the fusion between diverse cultures. Nevertheless, certain aspects of these have been evolving with time or even some have stayed equal; these are the elements that compose the celebrations, such as the dance, music and games. Volantín, kills, Chilean candies, flat racing, roundup of bulls or rayuela is some of the diverse components that we found in the typical celebrations made in the time of the colony and which they were often made in the religious celebrations, baptisms, pulperías, ramadas or chinganas.

La colonia fue un período que contó con varios elementos característicos; uno de ellos fueron las fiestas que se realizaban en gran número y a lo largo de todo el año, con una duración indefinida alcanzando incluso 3 o 4 días. Además, éstas podían ser tanto públicas como privadas, donde asistían gente desde lo más bajos círculos sociales hasta las altas elites, con el fin de sobrellevar un momento difícil, sociabilizar o formar lazos familiares. Es así como muchos historiadores describieron a estas reuniones sociales.
"Las fiestas, las diversiones, los juegos, en una palabra, lo lúdico, ayudaron a sobrellevar las extenuantes cargas, que la sociedad le había asignado por fuerza. Sin ellos su existir hubiese sido gris y no menos enojoso". (1)
Pero fuera de divisiones socio-económicas encontramos elementos característicos que componen estas celebraciones; ya sea la música, baile o comidas, muchas de las cuales hoy conforman nuestro patrimonio nacional.
Las celebraciones públicas por el acceso al trono de un nuevo monarca, el nacimiento de un heredero real o la recepción de las autoridades coloniales llegadas a Chile eran anunciadas a los súbditos a través de reales cédulas donde se les ordenaba realizar las ceremonias y demostraciones de alegría y fidelidad correspondientes, conformando un conjunto de fiestas que servían como medio para reafirmar los vínculos de fidelidad entre la comunidad y la monarquía española.



En los campos los niños y trabajadores de las haciendas eran atraídos por la pelota; en los pueblos chicos, para las Fiestas Patrias, un juego característico era el Chancho que consistía en pasar arrastrándose por un túnel suspendido sobre un eje girando y produciendo la caída del que lo intenta atravesar.
Así es como muchas de las celebraciones que en la época colonial se hicieron características fueron traídas desde España y mezcladas con las costumbres realizadas en el campo, naciendo una fusión hispano chilena e hispano indígena que se denota en diversos juegos como la chueca, la taba o las chapas; éste último nacido con la moneda Cara y Cruz.



Otra fiesta reconocida en la época colonial era el paseo del estandarte de la noble y leal ciudad, que consistía en la formación de una fastuosa comitiva de caballeros montados en corceles dirigidos desde la casa del Alférez Real a la iglesia Catedral.
En los sectores campesinos, villorrios y ciudades importantes con motivo de programaciones populares se realizaban diversas carreras de caballos, entre las que se destacan las alcancías, el correr cañas y el correr sortijas.
Las alcancías eran unas bolas llenas de flores, cintas, aguas de olor y polvos perfumados que se tiraban entre los jinetes mientras estaban corriendo y que eran recibidas en un escudo donde se quebraban. El correr cañas fue un juego primeramente introducido en España por los árabes con el nombre de “correr o jugar cañas” y que consistía en una pelea a caballo entre diferentes cuadrillas utilizando cañas. Correr sortijas era un torneo que ejercitaba la destreza y que trataba en ensartar, corriendo a caballo, en la punta de una vara una sortija pendiente de una cinta a cierta altura.


Los centros de reunión, como los bares o las pulperías, en que se juntaba la gente a pasar el rato sirvieron de ambiente ideal para el desarrollo de los juegos de suerte y envite, a estos correspondían las cartas, los dados, las rifas y otros juegos de azar que con el tiempo se transformaron en un vicio irresistible en toda América.
En las festividades públicas realizadas en las plazas, principalmente la Plaza de Armas, se destacaban diversos elementos escénicos, tales como el paseo público del estandarte real, la creación de escenografías realizadas para la ocasión, procesiones, ceremonias, torneos, banquetes, obras de teatro, corridas de toro y juegos como el palo ensebado, la cucaña napolitana, la sortija y de envite como la lotería, juego público chileno, congregando a grandes cantidades de personas que tenían interés en saber sus resultados.


Las procesiones consistían en una súplica solemne hecha por el pueblo bajo la conducción del clero que transita de un lugar sagrado a otro.
Las Corridas de Toros fueron traídas por los españoles y llegaron a Chile en el siglo XVII transformándose en una de las actividades con mayor repercusión en la época colonial y siendo utilizada en grandes celebraciones como la fiesta de San Bartolomé o el casamiento del presidente Tomás Marín de Poveda y Juana Urdaneta.
Durante el siglo XVIII, se pasó del toreo a caballo al de pie y comenzaron a construirse las primeras plazas provisorias y a cuenta de los organizadores de la fiesta pero la oposición eclesiástica puso constantes obstáculos a la iniciativa.

Fue en estas plazas que otro elemento característico nació de las fiestas públicas; las cabalgatas o carreras de caballos, y que en 1785 se reglamentaron creando una pauta de normas para las apuestas, la forma de correr, los días que debían realizarse, sobre los jueces y sus atribuciones. Así nacieron distintos tipos de carreras de las cuales cabe destacar una de las más populares y que perdura hasta hoy; las carreras en pelo o a la chilena. Esta consistía en que el jinete monta sin montura, sin espuelas ni bridas, agarrándose solamente de las crines por un camino real o una alameda hasta llegar a la meta. Aquí el interés de la ganancia es absolutamente secundario ya que la carrera se hace tan sólo por el placer que experimenta el dueño al tratar de conseguir el triunfo del animal.


En la época de la colonia nacieron varios de los juegos más populares existentes y característicos de nuestro país, como la rayuela o el volantín. Éste último de ser un juego infantil se convirtió con el tiempo en un espectáculo para todo público.
Pero a veces era tanto el entusiasmo de la gente por ver volar a estos cometas que cuando se realizaban campeonatos no se respetaba ni siquiera la propiedad privada y se ponía en serio peligro a los espectadores.
"El hecho de que los cometas volasen por los aires y que fueran armadas, originó serios percances tanto a las personas como a las propiedades. El volantín abatido, sin hilo que lo controlase. Constituía un peligro para los espectadores, expuestos a que una caprichosa bocanada de aire lo lanzara contra ellos. Había que añadir también otro peligro. Los derrotados dueños en su anhelo por recuperar los despojos, trepaban a balcones y tejados con el consiguiente destrozo de las techumbres. Esto, que de por sí ya era un riesgo considerable, aumentaba cuando quedaban enganchadas por restos de hilos en aleros y carnizas. Al tirar de ellas para recobrarlas, con frecuencia arrastraban tejas y ladrillos con la cometa, ocasionando heridos e incluso muerte a ciertos interesados transeúntes". (2)


Pero, por los mismos disturbios ocasionados por los espectadores fue que en Chile se lanzó en su contra una ley que fue impuesta en los sitios céntricos de la capital;”… ninguna persona mayor o menor de edad se atreva a encumbrar volantines grandes ni chicos dentro de la terraza general de esta ciudad, sin que esta prohibición se extienda a las cañadas y orillas del río, donde la espaciosidad permite el libre uso, sin el menor riesgo de esta diversión”. (3)
Benjamín Vicuña Mackenna escribió sobre este juego "más que un entretenimiento, era una pasión popular, una especie de palenque público, que tenía por retrato el cielo y los tejados, por combatientes a todos los caballeros, niños y rotos, la sociedad entera de Santiago, pues ni los clérigos por poltrones, ni las señoritas por tímidas, desdeñaban correr a la roldana en momentos solemnes de la comisión, ni tomar parte en la febril chaladura". (4)


La rayuela proviene de España y fue inventada por un monje preceptor que tenía gran aceptación aquí, aunque según creen folkloristas y arqueólogos, es el recuerdo de una antiquísima práctica adivinatoria.
Las peleas de gallos fueron otro juego de la época colonial aunque no tan realizado en Chile. Sobre cuando llegaron a América aun no hay consenso ya que algunos historiadores plantean que llegaron desde España y otros que fueron llevados a Acapulco, procedentes de China.
Las peleas de gallos consiguieron tal aceptación entre los habitantes de los países americanos, que llegaron a incluirlas en los actos de casi todas las fiestas, tanto en las solemnes como en las informales, sin distinguir el sexo, la raza, ni la clase social de sus participantes.
"La afición a los gallos en el Nuevo Mundo fue universal. Participaba, por lo general, toda la sociedad, desde las personas distinguidas, hasta los esclavos. En una pelea se podía ver 'gentes de distintas calidades, índoles y educación'. No era extraño encontrar menestrales y jornaleros que abandonan el trabajo, abstraídos en el juego, igual sucedía con los hijos de las familias notables y con simples siervos. Dentro de la gallera se producía una pequeña revolución social. Junto a un blanco influyente estaba un esclavo, codo a codo, y no era raro ver a un hombre de color o un indio ocupar asientos preferentes, mientras un acaudalado criollo contemplaba el espectáculo incómodamente de pie". (5)
Aquí, el sitio donde se efectuaban las luchas se llamaba reñidero, un círculo cuyo centro estaba alfombrado o con ripio y estaba rodeado por esterilla.
Las luchas de gallos chilenas se desarrollaron hasta 1808, cuando fueron suprimidas por decreto del gobierno.
La esperanza que se depositaba en el gallo de pelea era tan grande que a veces la familia podía pasar hambre por alimentarle a él, pues necesitaban mantenerlo fuerte para que ganara las luchas y recibir el dinero de las apuestas.

Pero todas las celebraciones siempre coincidían en un mismo elemento; la música, el baile, la comida y la bebida.
La música y el baile eran utilizados principalmente en las celebraciones espirituales expresados a través de cantos gregorianos entonados por sacerdotes y soldados; en cambio la música “de ocasión” se caracterizaba por la improvisación. Uno de los cantos predilectos en la época colonial eran los Villancicos con el objeto de ser cantados durante la Pascua, en los nacimientos y pesebres, fiestas que generalmente eran populares.


En las tertulias en cambio se ejecutaba música en los instrumentos típicos de la época como el psalterio o el pianoforte; y en las chinganas, ramadas o pulperías se disponía de otro tipo de instrumentos como las arpas y las guitarras naciendo de estas tonadas uno de los bailes más conocidos, el Cuando.
El baile corresponde a uno de los elementos más variados y adaptables según sea su objetivo. En las celebraciones religiosas el baile procesional cumplía un papel fundamental ya que representaban los saludos a la Virgen.
Otra de las danzas ceremoniales de inspiración hispánica fue la danza de la Tarasca y de la de los Gigantones; aunque existían bailes que sólo tenían como objetivo la diversión y era realizados en las chinganas y remadas.

La comida fue primordial en todas las celebraciones ya que estos daban calidez y ceremonia a todos los encuentros sociales. En cualquier diversión programada la gente se recreaba con un refresco, dulces y licores convirtiéndose así en una constante en los festejos. En las chinganas y las ramadas el pueblo aprovechaba de comer sus guisos favoritos, carne asada al palo, las guatitas o caldillos carbonadas. Y en las tertulias jugaba un papel principal al momento en que las anfitrionas se lucían con sus invitados ofreciendo las delicias de los dulces o platos ricamente preparados.
La bebida la encontramos en todas las celebraciones y tipos de fiestas como las chinganas o pulperías. Aquí se tomaba el mate, la chicha y el vino, el cual era infaltable en los banquetes y festejos donde era muy reconocido y alagado.

"No obstante y, a pesar de todos los obstáculos que el individuo tuvo que eludir, fue quien mejor parado salió, pues encontró en las diversiones y pasatiempos, compañeros puntuales y perseverantes que le ayudarían en sus muchos momentos de desánimo y desesperanza". (6)
De este pensamiento escrito por Ángel López podemos concluir que sin estas fiestas muchas de las costumbres características de nuestro país no estarían; además que, sin importar el sector socio económico, la celebración realizada o el país de donde provenga, existen elementos característicos como la música, comida o bebida, que podemos encontrar en todas las celebraciones, aunque con algunos toques de variación pero que tan solo están hechos para cumplir la función de dar el carácter del lugar en que estas manifestaciones se realizan; muchas de las cuales han perdurado por mucho tiempo conformando lo que hoy es parte de nuestra cultura nacional.


--------------------------------------
(1.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 16)
(2.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 241)
(3.-Gobernador Luis Muñoz Guzmán. En López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 242)
(4.-Plath, Oreste. Folclor chileno. Editorial Grijalbo. Santiago. 1994. pág. 242.)
(5.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág. 232-33.)
(6.-López Cantos, Ángel. Juegos, fiestas y diversiones en la América española. Colecciones MAFRE. Madrid. 1992, pág.18.)



BIBLIOGRAFÍA:

Daniela Raviola

domingo, 2 de septiembre de 2007

Lugares de Encuentro

In these parties, there were diffierent places of meeting, some was authorized and some wasn’t. By the way, there were the chinganas, the pulpería, the bodegones, between others. This places mentioned were counting with a strong opposition of the
authorities, already be for the strong consumption of alcohol or for others reasons, this was giving step to hard fights in public places, however there were others meetings was authorized like the tertulias and some coffes.

Como ya podrán saber, el tema que nos convoca son las fiestas coloniales, las cuales se hacen efectivas gracias a un conjunto de elementos preparados para este tipo de ocasiones. Los lugares de encuentro y diversión formaban parte fundamental de estos elementos, en los cuales se realizaban distintas actividades y ritos, además de lo significativo que era el asistir a un evento en donde estuviesen personas de gran envergadura y de clase alta e influyente en algunas ámbitos.

Al decir “encuentro” nos referimos a un lugar en donde la gente se reúna, a “la acción entre dos o más personas, con el fin de resolver o preparar algún asunto.”[1]

De carácter más bien público, las plazas contaban con una gran afluencia de personas, fortaleciendo así la recreación familiar como también la comunal, además de tener un papel fundamental en el ámbito de la integración social, tomando en cuenta lo difícil que era para la época. En Chile esto sucedía principalmente en la Plaza de Armas donde se realizaban juegos como la sortija, la cucaña napolitana y el palo ensebado.


Por otro lado existían reuniones ya no tan familiares como las ramadas, nombre que recibían por su estructura hecha de estacas forradas por ramas de arbustos, simulando así una choza. Estas se realizaban en el campo donde se cocinaban distintos tipos de aves junto con jarros de alcohol; usualmente eran muy concurridos hasta altas horas de la noche, disfrutando la comida, el alcohol, bailando y participando de las distintas diversiones que estas ofrecían.

También existían las Chinganas las cuales eran “versiones urbanas” de las ramadas, teniendo como objetivo principal alegrar a la gente que las frecuentaba con su música y bailes. Los músicos se instalaban en carros techados generalmente con caña o paja, y tocan sus instrumentos para atraer compradores a las mesas cubiertas con tortas y licores[2]. Éstas eran fundamentalmente una “Entretención del bajo pueblo, que se reúne en este lugar todos los días festivos y parece gozar extraordinariamente en haraganear, comer buñuelos fritos en aceite y beber diversas clases de licores, especialmente chicha, al son de la música bastante agradable del arpa, guitarra, tamborín y triángulo, que acompañaban a las mujeres con canciones amorosas y patrióticas[3]. Como podemos notar estaban conformadas por mujeres en su mayoría, rompiendo así con el ideal femenino colonial; siendo las fiestas de ésta época la instancia más activa de rebelación de éste género, por esta misma razón es que todas las diversiones que existían especialmente aquellas que trasgredían las reglas y rompían con el esquema que imponía la elite, tenían a las mujeres como personajes característicos de estas actividades.

En estos recintos era común gozar de bailes como el “cuando” y la “zapatera”, al igual que el comercio de tragos como el “cachito de chicha” o el “colmado pellejo de vino”, acompañado de diversos alimentos. Este tipo de reuniones eran bastante visitadas por viajeros del siglo XIX ya que muchos de ellos lo mencionan en sus escritos, agregando que la aristocracia chilena las frecuentaba por su aspecto pintoresco y por el entusiasmo en como se desarrollaban, María Graham agrega que “no era raro ver a damas de lo más elegantes, y de mejor sociedad, detenerse un instante a pasar para gozar del aspecto animadísimo que presentan estas chinganas[4].

Las Chinganas eran concurridas durante todo el año y estaban ligadas a diferentes festividades religiosas como Navidad, Cuaresma, Corpus Cristi. Según estos mismos escritores, existía un gran número de ellas en muchos barrios de la ciudad, “La capital se cubrió de chinganas i en la alameda, desde San Diego hasta San Lázaro, i en la calle Duarte en sus dos primeras cuadras, era rara la casa que no tuviera ese destino[5].

Muy similares a estas eran las Pulperías, de las cuales existían dos tipos, las de ordenanza (controladas por el Cabildo) y las de composición (sujetas tan sólo al pago de ciertos derechos y a la inspección de la Audiencia). Las Pulperías en su inicio eran pequeños almacenes donde se comercializaban los productos indispensables para la sociedad; pero más tarde, esta manera de trabajar fue cambiando; comenzaron a reunir gente que fuera a pasarlo bien, convirtiéndose en un lugar de encuentro bastante concurrido que proporcionaba un ambiente acogedor y festivo y el cual, se constituiría en un lugar de encuentro de parejas. Tanto las chinganas como estas últimas contaban con patios traseros que se utilizaban para dormir, provocando la prostitución. "Por esos días las pulperías estaban, casi en su totalidad, regentadas por mujeres de la hez del pueblo, con el fin de favorecer a la venta invitaban a sus conocidos, entregándose, según expresaban los alcaldes, a extremos sumamente vergonzosos, siendo ya corriente que tras el mostrador se escondiese un cancel o tapadera donde se encontraban siempre durmiendo revueltos como bárbaros hombres y mujeres que apenas se habían conocido'"[6]. Las pulperías en Chile fueron exclusivamente locales de expendio de bebidas alcohólicas, normalmente regentado por mujeres pobres, fuera del alcohol, más esporádicamente, en las pulperías también se vendía tabaco, velas, pan, azúcar, legumbres, algodones, bayetas, paños y otros pequeños artículo destinados a cubrir las precarias necesidades de los trabajadores de la tierra.[7] A igual manera, alrededor de las pulperías se reunían hombres, mujeres y niños para presenciar carrera de caballos, peleas de callos y participar de juegos de bolas.[8]

En el Gobierno del corregidor Zañartu habían entre ocho y diez pulperías autorizadas y que pertenecían a las viudas de los capitanes muertos en la guerra, “por los grandes desordenes y crímenes que se cometieron se ordenó que sólo fueran frecuentadas por hombres[9]. Como dato podemos agregar que “se ordenaba que las pulperías mantuviesen a la puerta un farol encendido hasta la hora de la queda, y se imponía fuertes multas a los propietarios de ellas que no diesen inmediatamente parte de las pendencias, heridas y asesinatos que tuvieses lugar su recinto”[10].

Estas tres últimas reuniones, tenían como característica las borracheras y peleas, junto a los desacuerdos provocados por el intercambio de licor por productos robados. Dado a que las pulperías estaban compuestas en parte por el intercambio de regalos y servicio, en compensación de favores sexuales y del establecimiento de redes de solidaridad, es que causó que el encuentro desenfrenado de los sexos fuera un argumento sólido de las autoridades locales para impedir este tipo de encuentros. Uno de estos argumentos era la visión de la elite sobre las mujeres por naturaleza, como de “extrema fragilidad y con voluntad propia de la tendencia al pecado[11]. La estrategia que usaron para contrarrestar estos encuentros fue “cercar con impuestos y medidas restrictivas (puertas abiertas, toque de queda, multas al desorden), en diferentes ámbitos en los cuales se llevaba a cabo la sociabilidad popular transgresora[12]. Es por esta causa que en 1836, el Intendente de Aconcagua, Fernando Urizar Garfias, señaló:

"No puede negarse que la chingana es una diversión que ha sancionado la costumbre y que esta se halla arraigada con más o menos fuerza en toda la estención de la república; pero también es indudable que esta clase de diversiones es el origen fecundo de los desórdenes y de la desmoralización”.[13]

Sin embargo, cabe destacar que el punto más controversial de estos encuentros fue el nivel de violencia desarrollado y desplegado en las pulperías, teniendo como causante al alcohol combinado con el juego y la competencia por los trofeos femeninos y dando como resultado agresiones brutales o desórdenes colectivos. Es por esto que el viajero francés Claudio Gay, observó en la década de 1840, lo siguiente:

"En esta especie de reuniones se sucitan con frecuencia serias disputas provocadas sobre todo por la bebida; antes el chileno se armaba inmediatamente con su cuchillo y envolviendo el brazo izquierdo con su poncho a guisa de escudo, avanzaba el uno contra el otro para herirse" [14]

En este contexto, la violencia pública es tan frecuente como la intrafamiliar, y son pocos los casos que recurren a la justicia para arreglar estas actitudes equivocadas. La sociedad de la época tiende a arreglar sus asuntos entre ellos mismos, vetando a la autoridad local de entrometerse en estos conflictos y creando así una sociedad que actúa al mismo tiempo, dos fuerzas: una masa social que trata por si mismo resolver sus tensiones, pero a la vez un ordenamiento social administrado desde arriba que trata de normalizar a la masa social a través del Estado y de la Justicia.

Sin embargo existía el Bodegón, otro tipo de reunión colonial, en Chile era famoso el de Juan Diablo en la plazuela de San Pablo, en esta se ofrecían las llamadas “lisas de Peldehue”. Los Bodegones entregaban una necesidad para la sociedad, el esparcimiento de las clases populares y el refrigerio, sin embargo “el aumento del tráfico interurbano para el acarreo de los productos a los terminales del consumo o del embarque, dio paso al establecimiento de locales más estables para los comerciantes minoristas que debían dormir en las ciudades[15].

Distinto autores han escrito reseñas sobre los Bodegones, por ejemplo Vicuña Mackenna relata lo siguiente:

“Las casas situadas en las esquinas de las calles tienen casi siempre almacenes o pulperías llamados Bodegones, en los cuales el pueblo se provee de grasa de vino, aguardiente del país, este también es el lugar elegido por los ociosos de la clase baja para reunirse a beber y charlar”[16], además agregaba que “no hay pulpería, bodegón, plaza, ni rincón donde no haya a bandadas grandes y chicos ocupados y mal divertidos en estos juegos”[17]

Podemos notar que por los comentarios de los autores, este tipo de reuniones tampoco eran bien vistas, estaban restringidas al igual que las ramadas, chinganas y pulperías.

Con menos afluencia de público existían las casas-fondas o casas-posadas, que fueron pequeños y humildes hoteles que estaban a las orillas de los caminos a lo largo de todo el país. Estos establecimientos ofrecían habitaciones para visitantes, sobre todos los que se encontraban en zonas rurales, recibiendo duras críticas por parte de los moralistas, los cuales los nombraron como “cuartitos para dos”, José Zapiola impuso el término de "reffugium peccatorum"

También por esta época, existían los trucos, los cuales eran pequeños boliches en los que se participaba en distintos juegos. En el siglo XIX estos trucos dieron paso a los cafés que llegaron a Chile como la última moda desde la corta virreinal de Lima. Al igual que en el Café de Bodegones de Lima, se ofrecía café y se participaba de tertulias y más aisladamente se iniciaban con entretenidas partidas de billar. Además existían juegos de apuestas y cartas, que al común de todos estos encuentros terminaban en desencuentro y peleas.

Más recogida en comparación a las reuniones que hemos visto encontramos la tertulia hogareña, lejana de escándalos y vicios, regida por estrictas normas sociales, siendo este el único encuentro autorizado, sin embargo bajo la severa mirada de la dueña de casa y una restringida interacción entre personas de distintos sexos. Este tipo de reuniones se iniciaron en el siglo XVIII en Europa, llegando más tarde a América como una forma de sociabilidad que unía la elegancia y el refinamiento, y realizadasdurante todo el año, sin motivos determinados. Las tertulias consistían principalmente como un encuentro de un grupo de personas donde las conversaciones, música y bailes eran una característica principal, “todas las familias, según sus esferas celebraban los días de sus santos, con abundantes convites a que siguen refrescos correspondiente i bailes”.[18] En estos tipos de encuentros se realizaban “juegos de prenda”, el “corre el anillo”, las “estatuas”, las “penitencias”, entre otros.

Como hemos podido darnos cuenta todos estos encuentros y reuniones se realizaban con alegría y con la ayuda de juegos determinados que veremos en el próximo artículo.


[1] http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=Encuentro

[2] “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, María Graham, Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile 1956, pág. 61.

[3] “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, María Graham, Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile 1956, pág. 61.

[4] “Diario de mi residencia en Chile en 1822”, María Graham, Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile 1956, pág. 61

[5] Recuerdos de treinta años (1810-1840)”, José Zapiola, Editorial Zig-Zag. Stgo. 1945, pág. 79.

[6] Pereira Salas, Eugenio. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 257-58.

[7] "La agricultura de Chile en 1825", en El Mensajero de la Agricultura, 2:6, John Miers, Sociedad Nacional de Agricultura, Santiago de Chile, marzo de 1857, pág.128

[8] “Historia Física y Política de Chile”, Agricultura, Vol.1, Claudio Gay, Imprenta de E.Thunot y Cia, parís, 1862, pág. 167.

[9] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 61-62, tomo II.

[10] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 61-62, tomo II.

[11] "Mujeres del bajo pueblo y la construcción de una sociabilidad propia: la experiencia de las pulperías en Santiago, Valparaíso y el Norte Chico (1750-1830)", Leyla Flores Morales, pág. 28.

[12] "Transgresores a la paz, quietud y sosiego: vida popular en Copiapó, 1740-1840", José Díaz Bahamonde, en Pinto Vallejos, Julio (Editor), Episodios de historia minera. Estudios de historia social y económica de la minería chilena, siglos XVIII-XIX, Editorial Universidad de Santiago, Santiago de Chile, 1997, pp. 166-170.

[13] Archivo Nacional, Ministerio del Interior, Vol. 487, Fs. 182, Decreto de extinción de las chinganas, San Felipe, 20 de noviembre de 1836

[14] “ Historia física y política de Chile. Agricultura”, Claudio Gay, Vol. 1, Imprenta de E. Thunot y Cia., parís 1862, pág. 168.

[15] “Juegos y alegrías coloniales en Chile”, Eugenio Pereira Salas, Editorial Zig-Zag. Santiago.1974. pág. 259.

[16] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 32.

[17] “Historia Crítica y Social de Santiago”, Benjamín Vicuña Mackenna, pág. 377, tomo II

[18] “Descripción Histórico Geográfico del Reino de Chile”, Carvallo I Gocheneche, Santiago, Colección de Historiadores de Chile y Documentos relativos a la Historia Nacional, tomo X, Santiago de Chile, 1876, pág.59.

Más Bibliografía:

  • http://www.escaner.cl/escaner45/reportaje.html
  • http://www.unsa.edu.ar/histocat/revista/revista0402.htm
  • Kuncar, Josefina Bárbara. Fiestas y diversiones coloniales durante el siglo XVIII. Tesis de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2000.
Bibliografía de Imágenes:
  • http://www.zocalo.cl/fonda/imagenes/plazadearmas1915.jpg
  • http://www.musicadechile.com/home/imagen.asp?FileID=33
  • http://www.lanusmunicipio.com.ar/historia/almacen3.JPG
  • http://cvc.cervantes.es/actcult/clarin/vetusta/ciudad/imagenes/400/tertulia.jpg
Catalina Garrido